La Pala Groenlandesa - El Cetro del kayakista

Madera al Agua: Un concepto ancestral que me apasiona y une el taller con el kayak, dos espacios de crecimiento donde soy feliz.

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Material educativo del archivo del C.A.K Centro de Actividades para Kayakistas por Alejandro Fernández

7/7/20256 min read

Alejandro Fernández

Soy Alejandro Fernández, kayakista, usuario y constructor de palas groenlandesas.

Desde mi Taller de Palas Groenlandesas he dedicado los últimos años a diseñar y construir la pala ideal para mis necesidades como kayakista. Madera al agua es un concepto ancestral que me apasiona y une el taller con el kayak, dos espacios de crecimiento donde soy feliz. Mis exigencias hacia la pala se han visto reflejadas en el perfeccionamiento de mi técnica como kayakista. A medida que avanzaba en mi práctica, llegaba el momento de reevaluar los diseños previos y, como resultado, las características de las palas cambiaban. Este proceso de crecimiento ha sido acompañado por una constante interacción y consulta con referentes y amigos del agua.

"Con raíces que se remontan a más de tres mil años, la pala groenlandesa sigue viva. Y yo, desde mi oficio y práctica, la redescubro en cada gesto."

Esta presentación y aclaración introductoria es solo para dejar en claro que lo siguiente es mi experiencia y punto de vista al respecto.

La pala groenlandesa es una herramienta sumamente eficiente, pero requiere, a su vez, una técnica igualmente refinada.

Muchos kayakistas que vienen de la pala europea prueban la groenlandesa y sienten que “no empuja”, que “no rinde”. Pero esa sensación responde a una expectativa equivocada, a mi modo de ver: la de que el equipo debe ofrecer resultados por sí solo. Prefiero verlo como un elemento que necesita el catalizador correcto.

Si alguna vez nadaste con patas de rana, conocés la sensación: en pocos segundos, generan una gran velocidad. Es impresionante, sobre todo si venís de nadar un buen rato sin ellas. Pero esa misma herramienta que ofrece tanta potencia en avance, se vuelve torpe e incómoda en cualquier otro tipo de movimiento.

La pala groenlandesa, de diseño ergonómico y casi minimalista, busca convertirse en una extensión del cuerpo. Su verdadero potencial no se revela de inmediato: exige una técnica específica y dedicada, centrada en la fluidez más que en la fuerza.

Su geometría basada en una sucesión de elipses, sin cruce de hojas y con hombros definidos— permite reconocer su posición solo con el tacto, incluso bajo el agua. No necesitar mirar ni confirmar la posición de la pala significa que es una extensión de tu cuerpo, siempre está en la posición correcta sin pensarlo.

Es muy conocida por su uso para aprender el “ROL” (auto-rescate por excelencia):

  • por su suavidad y comodidad bajo el agua,

  • y porque su flotabilidad y forma hacen que siempre busque la​superficie acomodándose en la posición correcta para el barrido.

No te permite "colgarte de la pala" invitando a encontrar el movimiento desde tus caderas y así transmitirlo correctamente al kayak. La pala finalmente guía en un suave barrido de apoyo.

La capacidad de flexar de la madera y las hojas delgadas amortiguan el impacto en articulaciones y permiten tomar y desplazar cómodamente la pala desde cualquier punto.

El "agarre extendido" y el desplazamiento constante de la pala entre las manos para ejecutar apoyos o barridos son rasgos distintivos de esta herramienta.

Con el acabado en aceites y ceras (a poro abierto) se logra un tacto agradable con respecto al grip, la temperatura y la verdadera sensación del tacto con la madera.

La pértiga gruesa y elíptica le dan un agarre natural, confiable y relajado en antebrazos. Menos carga en los hombros por los codos bajos y manos cercanas.

Su centro de gravedad se encuentra a la altura de las manos, lo que genera una sensación de liviandad y control especialmente en condición de viento. Aunque el peso total pueda ser similar al de otros diseños, la distribución uniforme de madera en todo el cuerpo evita la sensación de palanca que se produce cuando el peso y la resistencia se concentra en los extremos.

En una pala europea la hoja tiene entre 15 y 20 cm de ancho (a veces más). Estos son unos 10 cm desplazados desde el eje de rotación (pértiga) y la diferencia de presión entre la parte superior e inferior de la hoja recaen sobre la rotación de este eje, el cual el palista tiene que sujetar apretando una pértiga cilíndrica de unos 29 mm. (y con las manos mojadas). Además de tensar mucho los antebrazos reducimos la movilidad.

La pala groenlandesa, además de tener la hoja biselada o convexa, desplaza solo unos 4,25 cm del eje de rotación el cual sujetamos con una pértiga elíptica de 40x30mm de madera que es, a su vez, el "hombro" o nacimiento de la hoja por lo que la mano toma una gran superficie y va mucho más relajada. Esa fuerza rotacional prácticamente no se percibe por lo que no se aprieta constantemente la pala lo que da un desplazamiento de las posiciones de las manos relajado, fluido y natural.

La palada de avance es de "ángulo bajo", la entrada es suave y con el borde superior ligeramente adelantado, generando una entrada limpia, sin ruido ni turbulencias. La pala entra cortando el agua hasta estar en la mitad de su recorrido y tracciona como una hélice el recorrido restante generando el impulso.

La sensación física es bien distinta a la de colgarse de la pala, más bien es un patrón de marcha en el que se imprime presión hacia adelante con el core y el brazo superior.

Es muy conocido el concepto de “patear” o empujar en cada palada los apoya pies. En el estilo tradicional groenlandés se busca trabar los muslos contra el interior de la cubierta ("brace" de rodilla) para traccionar con el torso en una flexión de cadera, algo muy parecido a las abdominales, si bien hay una rotación lateral del torso es mayor aún la inclinación hacia adelante que propulsa en cada palada. La mano que va hacia adelante empuja como en dirección a las rodillas, hacia adelante y abajo.

Esto, junto a una cadencia rápida pero poco exigente, permite sostener ritmos prolongados ideales para largas distancias y condiciones de viento.

Una vez cómodo, bien ajustado al kayak y sintiendo el apoyo en la flotabilidad de la pala podemos encontrar el equilibrio y la sinergia entre cuerpo, kayak, pala.

Maniobras como el sculling, el balance o el mismo rol son muy suaves y armoniosas con la grola. Nos acercan al estado de flow y logramos olvidarnos de todo y solo sentir el agua.

Poco a poco fui sintiendo el cambio conceptual: "mi kayak no es un bote y mi pala no es un remo" parece una diferencia sutil o de definición, pero es más que eso.

Más allá de estas características técnicas que fui descubriendo con el tiempo, siento un vínculo emocional con el elemento, una suerte de gratitud y admiración.

Desde el taller, en cada corte aparecen olores y colores nuevos. Se va mostrando la veta en su recorrido y desarrollo. La imagen de un río detenido, caminos que fueron agua.

En la etapa del lijado la madera está pálida y el proceso es “a ojos cerrados”, se trata de recorrer y sentir la madera, manejarse a puro tacto. Cuando le aplico la primera capa de aceite, en esa rehidratación, los tonos vuelven a la vida.

Con el tiempo, con los años, esos tonos se siguen concentrando. Es un proceso lento pero que nunca se detiene. “Lo único permanente es el cambio” reza un antiguo libro.

Ya en el agua, todo fluye. La madera, mojada y con el sol del atardecer muestra una profundidad sublime en sus vetas.

Haciendo un apoyo con el agarre extendido siento la tremenda presión que le estoy imprimiendo. La siento flexar, acomodarse al agua y me transmite una confianza infinita.

Parte de mi gratitud hacia la pala groenlandesa se debe a la mejora que me significó adaptarme y aprender su técnica, ser el catalizador correcto y entendí cuánto hay que poner de uno mismo en cada aprendizaje. La grola…. Un viaje de ida…